La década de los 90, cuando el internet y la globalización permitieron el acercamiento de la cultura y la producción japonesa a nuestras tierras. Pocos imaginarían, en aquel entonces, que estaba por construirse uno de los nichos más importantes a nivel mundial para las próximas generaciones. La pasión que desató la animación japonesa se convirtió en el territorio que vino a sostener a los jóvenes contemporáneos, que hicieron suyas las historias fantásticas, realistas, infantiles y maduras que venían del país del sol naciente, y que generaron una subcultura y un fanatismo incomprendido hasta el día de hoy.