Lenz comienza como un informe: “El 20 de enero Lenz caminaba por la sierra”. No dice de dónde viene ni por qué ni a qué y no lo dirá nunca porque Lenz es un Bartleby, mejor dicho, un precursor de ese personaje que preferiría no hacerlo. Síntesis densa y expresionista del alma de un poeta escrita por otro poeta, en la compasión por Lenz, Büchner se funde con su personaje y encuentra su propia voz, una de las más bellas y originales de la historia de la literatura, así como un camino radicalmente nuevo para entender el arte, ajeno a toda convención y norma. Un texto precursor del expresionismo, que no en vano fascinó a autores como Kafka o Walser y, más allá del lenguaje, el Lenz de Büchner comienza a prefigurar una nueva sensibilidad que, con el tiempo, Friedrich Nietszche llamó nihilismo. Büchner afirmó en relación con Lenz: “Nada, sino la oscuridad, nada; el mismo era un sueño”. El libro está ilustrado por el gran artista plástico austriaco Alfred Hrdlicka y, además, acompañamos este relato con tres extractos de Johann Wolfgang Goethe sobre Lenz.