Con una influencia incontestable sobre escritores modernos y contemporáneos, el impacto de la obra de Baudelaire es evidente en autores como Proust, Houellebecq y tantos otros que respiraron el desarraigo y la sordidez que emanan sus versos.
Baudelaire había despertado del sueño romántico y se sumergió en la metrópoli, fue un poeta solitario entre multitudes que se confesaba un «yo sediento del no-yo», un navegante en un universo vacío y a la vez rebosante de las más bajas pasiones. Su lenguaje, valiente y descarado, es un ensayo constante de todas las posibilidades expresivas del verso y la prosa.
«Es desde entonces que, como un profeta,
amo tan dulcemente los mares y el desierto;
que río en los funerales y lloro en las fiestas
y encuentro un sabor suave en el vino más amargo;
que a menudo doy por hecho las mentiras
y que, mirando al cielo, caigo en los hoyos.
Pero la Voz me consuela y dice: “Cuida tus sueños,
los sabios no los tienen tan bellos como los locos”.»