La novela arranca en un café vienés: «A mi mesa está sentado un ruso que fue pianista en su juventud, una celebridad olvidada.» Ahora el pianista, de nombre Suvorin, es un anciano desaliñado, y el escritor que cuenta su historia mantiene con él una sucesión de encuentros en los que lo incita a evocar su vida, a sacar a la luz sus recuerdos: una infancia pobre pero feliz en Leningrado, y después la guerra; el maravillado descubrimiento de la ópera; la pasión por el piano, que le lleva a practicar compulsivamente, incluso con las manos metidas en los bolsillos; el opresivo clima de la Unión Soviética; su paso por varias ciudades: Moscú, Londres, París, Viena; el cofre con tierra rusa que se hace traer para enterrar a su esposa; su negativa a aceptar los aplausos impostados y protocolarios, gesto que supone un suicidio en su carrera como pianista…
«Una novela fascinante y lúcida» (Peter Henning, Der Spiegel).
«Permitir que la voz de Wondratschek quede ahogada entre los balbuceos de la actual literatura sería un error monumental» (Patrick Süskind).