En Bordados observaremos cómo se disponen a pasar una tarde, alrededor de una mesa preparada con el té del samovar y pastas, un buen elenco de mujeres: la abuela de Marjane, tan propensa a soltar improperios como a chismear descaradamente; su estoica madre, siempre glamorosa, pero con el punto justo de excentricidad; y un puñado de amigas y vecinas. Evidentemente, los temas de conversación no tardan en pasar a los amores, el sexo y los caprichos de los hombres.
Un complemento indispensable a Persépolis, y un documento extremadamente vivo sobre qué significa ser mujer en un país islámico.