“En febrero de 1966, entonces, al morir baleado en las montañas de Colombia, Camilo Torres irrumpió en escena como un símbolo. Representaba la quintaesencia del hombre comprometido con los oprimidos de la tierra y dispuesto a sacrificar hasta su propia vida para salvarlos. Sin buscar privilegios ni honores, se había unido a un puñado de revolucionarios románticos que seguían el camino señalado por Fidel Castro y sus compañeros en la Sierra Maestra. Fue evidente que no se trataba de un curita alocado o resentido; se supo que el sacerdote guerrillero muerto había ocupado una cátedra universitaria y que, aún después de colgar los hábitos, nunca abandonó su fe religiosa. Al contrario, cuando cayó en combate, murió convencido del deber de hacer la revolución como único camino hacia una fraternidad cristiana de veras, donde la celebración de la eucaristía cobrara pleno sentido”.
Camilo Torres Restrepo, figura reconocida y emblemática para las generaciones de las décadas del 60 y 70 en una América Latina convulsionada por la necesidad de urgentes cambios, se rebela y se enfrenta a la oligarquía y la clase dirigente de su país como miembro del “Ejército de Liberación Nacional” (ELN), conformado por un grupo guerrillero en Santander, en donde fue acribillado en su primer combate contra el ejército colombiano.
A seis décadas de estos acontecimientos, en un continente cada vez más expoliado y maltratado, publicar la trayectoria de vida de personajes como Camilo, es re-conocer y recuperar un ethos, un sentido de la vida y de la comunidad, como de la fraternidad a reconquistar. Al tiempo que nos permite abrir un diálogo reflexivo y crítico de las experiencias de luchas por la justicia y la dignidad libradas en nuestro continente.