Ramón Díaz Eterovic ha sabido conjugar armoniosamente el ojo crítico del observador social con la penetración psicológica y la fluidez comunicacional del novelista, sin que esta virtuosa combinación le haya implicado sacrificar ni la densidad analítica del primero ni el atractivo literario del segundo. Fruto de ello, tanto quienes hemos vivido estos convulsionados años como quienes deseen adentrarse en ellos desde otras latitudes y otros tiempos, tenemos el privilegio de disponer de un registro a la vez literario e histórico que no sería exagerado comparar en su ambición testimonial, si no en su opción genérica o su volumen numérico, con la obra de Balzac. Como en el caso del gran novelista francés, Díaz Eterovic no se ha conformado con una mera reproducción de los fenómenos humanos y sociales que ha estimado pertinente destacar, sino que ha acompañado ese ejercicio con un implacable rigor analítico y un bienvenido posicionamiento ético. Ha logrado así hacer buena literatura y también un descarnado y desafiante retrato histórico.
Dejaré de pensar en el mañana
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Vigésima novela de la saga del detective Heredia, y en ella el hombre que pregunta revisa el pasado, mientras se prepara para afrontar su futuro. Tiempo de virus y adioses. Heredia recorre las calles de una ciudad dominada por un enemigo tan desconocido como letal.
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