El recuerdo de un viaje al sur -ocurrido a inicios de los convulsionados años setenta en Chile- se convierte para Marco en un fragmento clave en la construcción de su pasado y su identidad: fue la única vez que se sintió cercano a su padre. En el presente, cumplidos los cincuenta, tras sufrir un accidente vascular leve, reflexiona acerca del papel que tuvieron en su vida ese hombre poderoso e inaccesible, su familia de raíces conservadoras y machistas, otras figuras masculinas que lo rodearon y el rigor de la época en que le tocó crecer.
La erupción del volcán Villarrica a fines del 71 y otros desastres naturales que vuelven a su mente con insistencia sirven de augurio y metáfora de los cataclismos personales que le tocaría vivir. Asistimos al paso que da Marco desde la cima de su infancia hacia los territorios de la sexualidad, con su carga de miedo e incertidumbre, y luego a la ruptura con el orden familiar. Vive el rechazo de su mundo como una catástrofe y su mundo vive su diferencia como una fatalidad, todo mientras el país se encorva bajo la dictadura.