Aquí hay sangre, sexo y drogas. En parte lo menciono porque es cierto. Y en parte porque suena a la clásica-frase-impresionante sobre algún libro o alguna película, y lo que hace Joannes Lillo acá es justo lo opuesto a lo clásicamente impresionante. Suena contradictorio. Pero este libro se alimenta de su contradicción. Un libro de vampiros que se ríe del género libro de vampiros.
Una novela de formación vampírica que se ríe de las típicas novelas de formación donde el héroe aprende algo. Un juego autobiográfico (el vampiro es Joan, Joannes, Johnny) que se ríe de la autobiografía. Una novela que siempre se está escapando de lo que se supone que una novela tiene que ser. Un texto que está narrado con tanta desidia como energía y en el que la vida (o la muerte) huye de cualquier épica posible para en cambio abrazar momentos cotidianos, comunes, pequeños y hermosamente charchas.