El cielo nos habla y nosotros lo escuchamos atentos con nuestros ojos. Cuando éramos niños perdíamos la vista en las nubes y dibujábamos las formas de nuestra realidad: rostros, objetos, animales, nuestros recuerdos y fantasías, hasta que el viento las borraba y las figuras se esparcían. Los griegos y los romanos, junto con los asiáticos, africanos, polinesios y americanos, hicieron lo mismo con la noche y las estrellas, con los planetas y las constelaciones, cuyos nombres se deben a héroes y dioses que protagonizan el conjunto de mitos que les brindó su cultura e identidad.
Dicen voces pretéritas que Urano (el cielo) y Gea (la tierra) fueron los primeros padres y con ellos comenzó todo. Luego vinieron los héroes y las historias del origen de la ciencia y los primeros científicos, vidas que se mezclan con los relatos de quienes comenzaron a medir el tiempo.