Su paso por determinados lugares que hicieron historia o el conocimiento de primera mano de sus protagonistas le permite testimoniar episodios significativos de una parte medular del siglo veinte: como asumió su propia muerte el 11 de septiembre de 1973, su exilio en la Alemania de Honecker, el fascinante Perú, un Pablo Neruda en trance de recibir el ingrato “pago de Chile”, o Fidel Castro y su fabulosa intromisión en nuestra historia. También otros interlocutores como Milton Friedman, Paul Samuelson, Artur London, Volodia Teitelboim y Orlando Millas o Alán García. Entre todos le ayudan a desatar la memoria y procesar muchas de sus interrogantes políticas vitales: ¿Por qué debí asilarme, en 1973? ¿Por qué Castro falsificó la muerte de Salvador Allende? ¿Por qué la Stasi espiaba a los chilenos en la RDA? ¿Por qué me fugué de aquel país desaparecido? ¿Por qué atornillaban al revés los agentes de la DINA en el Perú? Por qué estuvimos dos veces y media en peligro de guerra vecinal ¿Por qué dejé de creer en las ideologías totales? ¿Por qué sigo creyendo en lo que nos queda de democracia? La repuestas a estas interrogantes permiten cimentar esta valiosa contribución al tejido de la memoria histórica de nuestro tiempo.
El dia que me mataron
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El autor de libro, que acostumbra escribir sobre los conflictos de Chile con sus vecinos o bien de análisis politológico duro, por fin se decide a desclasificar su memoria personal y aportar con sus vivencias a la reconstrucción de la memoria histórica de Chile.
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