La obra de Henry David Thoreau suele dividirse en dos grandes categorías implícitas en Walden: la de los escritos de la naturaleza o «lo salvaje», que representan el documento de partida de la moderna ecología, y la de los textos políticos que, alrededor del ensayo La desobediencia civil, han recibido desde el principio el nombre de «reformadores».
El manantial reúne por primera vez la mayoría de los ensayos correspondientes a la segunda categoría, varios de los cuales permanecían inéditos en nuestro idioma. La obra se inicia con La reforma y los reformadores y El paraíso (para ser) recuperado, dos textos en los que Thoreau, desde una posición trascendentalista, defiende que la reforma debe ser un asunto privado e individual, libre de la tutela y el dirigismo de las diversas comunidades utópicas y la multitud de reformadores de la época —más preocupados por gobernar al prójimo que por reformarse a sí mismos—. El corazón del libro lo ocupan La desobediencia civil, el legado más reconocido en el presente, y los escritos antiesclavistas y en defensa del capitán Brown, en los que la exageración —uno de los recursos favoritos de Thoreau— encuentra la horma de su zapato. Finalmente, la obra se cierra con la madurez inimitable e irrepetible de La vida sin principio, el mejor comentario a Walden que se haya escrito.