Desde los años noventa, la argentina Mariana Enríquez, autora de La hermana menor y de la novela Nuestra parte de noche, ha desarrollado un trabajo periodístico apabullante, en calidad y cantidad, que refleja todas sus apetencias, rechazos y obsesiones, una paleta personalísima en la que conviven Bruce Springsteen, Asia Argento, Sylvia Plath, Emily Brönte, la juventud durante los primeros años de la democracia de posdictadura en la Argentina, River Phoenix, Suede, el aborto, las drogas, Kurt Cobain, las ciencias ocultas, Nick Cave, Anne Rice, su gata: un mundo interior sembrado de intereses específicos y alimentado por afluentes inabarcables.
Este libro reúne parte de esa obra publicada en medios de varios países pero, fundamentalmente, en el suyo. La mayoría de estos textos aparecieron en la prensa diaria y fueron producidos con urgencia, lo que habla del caudal de información que maneja la autora, necesario para construir estas piezas de acabado perfecto en poco tiempo. Ese caudal es un patrimonio construido a lo largo de años, una cueva del tesoro de la que ella saca, cada tanto, un ejemplar desconocido, un autor, un músico casi ignoto, y lo expone con la actitud de un fanático prudente, de un groupie sobrio, de un fan que jamás avergonzaría al objeto de su fanatismo.
A veces se trata de piezas minúsculas, retratos a mano alzada de Adele o de Jeff Bridges, que en su condensación molecular son un destilado después de cuya lectura no hace falta una sola línea más para comprender la esencia de aquel a quien retrata; otras, de piezas más largas en las que le suelta la cuerda a una erudición despreocupada, jamás altiva, como si escribiera para un lector que sabe mucho más que ella; otras, de piezas en las que habla de su universo íntimo –su visión sobre los hijos, las mujeres, el amor, los amigos, la pareja– con un salvajismo tan auténtico que los textos parecen peces aún vivos, clavados en la página con un arpón.