El Padre mío fue un trabajo desarrollado en dos soportes: el literario, a cargo de Diamela Eltit, y el visual, producido por Lotty Rosenfeld. El punto de partida fueron unas grabaciones realizadas a un esquizofrénico en 1983, 1984 y 1985.
El producto final fue un video, que se incluyó en la lista de acciones de arte del CADA, y un libro que publicó Diamela Eltit en 1989. Según Marcela Prado Traverso, El Padre mío se instala como un testimonio de la disidencia castigada: “El Padre Mío parece ser el representante de una nacionalidad degradada en un universo absolutamente masculino. La figura paterna, sobre la cual la cultura construye imaginarios de certeza, seguridad, integridad, es aquí el elemento generador de una atmósfera de fragmentación, corrupción y violencia, más bien desestabilizador del discurso oficial de la nación. El discurso del esquizoide reconstruye con jirones y trazos de lo real el mosaico de una realidad profundamente contradictoria, y sin embargo, orgánica en su imagen global. Son los años del autoritarismo en los que la realidad se ve violentada por un orden impuesto y mantenido por la fuerza. El relator de El Padre Mío ha sobrevivido a su desaparición y ha reconstruido la maraña vertiginosa y encubierta del autoritarismo y la corrupción” (“La obra literaria de Diamela Eltit, testimonios desde la marginalidad”, Nueva Revista del Pacífico, 1995).