A lo largo de la historia del arte se han producido varias rupturas temáticas y de estilo: así por ejemplo cuando en el siglo XV, junto a la representación de lo divino, irrumpe en la pintura el retrato del individuo. (Véase Tzvetan Todorov, «Elogio del individuo», Galaxia Gutenberg, 2006.) Otra no menos relevante tiene lugar cuando en la pintura holandesa del siglo XVII, en vez de los personajes históricos, mitológicos o religiosos, las telas se pueblan de temas de la vida cotidiana. De repente parece como si ni en la pintura ni en el mundo no hubiera ya espacio para héroes ni santos. Los soldados, que encarnaron siempre las virtudes heroicas por excelencia, aparecen descansando o tomando vino, jugando a cartas, cortejando a jóvenes damas o durmiendo. La pintura pasa a someterse únicamente a lo existente y evita la idealización y lo edificante. Deja de inventar la belleza para descubrirla en lo que rodea al hombre. Y busca convertir en bello aquello que no lo es. ¿Por qué se produce esta transformación? ¿Por qué en los Países Bajos? ¿De qué cambios más profundos en la sociedad europea es el reflejo? ¿Qué nos enseña hoy que vivimos amenazados por nuevas formas de degradación de la vida cotidiana? Éstos son algunas de las preguntas a las que se enfrenta Tzvetan Todorov en el presente libro a través del estudio de obras maestras de Rembrandt, Vermeer, Metsu, Franz Hals, Gerard Dou o De Hooch entre otros. Una muestra más de su magisterio a la hora de descubrir y explicar las grandes corrientes subterráneas que mueven la historia de las sociedades humanas.
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