Al leer estas páginas nadie dudará que su autor ha tenido una singular vida y su historia, en buena medida, forma parte de la nuestra. Su sello gravita decididamente en los asuntos públicos y los finos e invisibles vericuetos del poder. En aquellos requerimientos de la gobernabilidad que deben ser realizados con prontitud, sigilo, anticipación y competencia a toda prueba, pues sus errores desatan costos políticos inexcusables.
A sus 18 años, al joven Belisario le encomiendan su primera misión, secreta y encubierta: el propio presidente Ibáñez lo solicita para una sorprendente tarea de soberanía. Luego, cual destino manifiesto, vendrán muchas otras: el canciller Gabriel Valdés lo envía a la China de Mao a una misión secreta para el Estado. El éxito de esto lo lleva a la Cuba de 1968 con la delicada misión de abrir el comercio para Chile con cierta transgresión al bloqueo decretado por EE.UU.
La historia será larga: la UP, dictadura, el Grupo de los Trece, la resistencia, radio Balmaceda, las duras relegaciones, el plebiscito. El destino lo pondrá en el privilegiado lugar histórico de ser el primer funcionario de la democracia con la misión de articular el desenganche con la derrotada dictadura. Desde el Ministerio del Interior, se cruzará con las situaciones más extremas, desde las presiones de Pinochet hasta la desarticulación del terrorismo, pasando por el asesinato de un senador y la lucha contra el narcotráfico.