“Las imágenes de la muerte, del suicidio de la mujer y el lenguaje, recorren el libro. Dividida, partida en dos como la fruta podrida, (única imagen que ha de perdurar), no hay palabras. ‘No hay palabras para mí, la mandíbula está partida en dos, yo estoy partida en dos’. Se escribe desde la escisión, en una zona de hiato, en un boquete entre del silencio y la palabra y la precariedad. Esta, como bien lo dice la autora en uno de sus versos, es una estética del tajo. Herida que no se cierra ni con la sangre ni con la letra y donde el arte de morar, es también un aprendizaje de morir, de escribir: Porque la escritura: cuerpo, deseo, negación, fatalidad, pareciera ser el único modo de resistir, mientras se pueda” Damaris Calderón.
Estética del tajo
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“Un cuerpo se mira, una cabeza piensa y articula en palabras el ritmo de su desmembramiento. El cuerpo está presente y hay que deletrearlo en sus carnes, en su hedor, en su herida. De pronto encuentra las palabras, el silencio, el blanco, la memoria. Ella escribe. Se aferra a la grafía” Soledad Fariña.
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