Este es el mundo de los espectros y las pesadillas, la alucinación y el delirio… Una inédita historia de la humanidad contada a través de la magia, la ilusión y lo fantasmagórico. Un libro destinado a convertirse en un clásico donde se une la historia con lo tétrico, lo maravilloso y el mundo de los fantasmas en una erudición prodigiosa.
La Revolución francesa fue un impresionante espectáculo, la eclosión de un conflicto social y político que se resolvió, en los momentos culminantes, con una extremada violencia. En un París ensangrentado, la fantasmagoría otorgó vida y movimiento a las sesiones estáticas de la linterna mágica. Las imágenes flotaban solas y enigmáticas, aisladas de su entorno, en una atmósfera en la que las tinieblas de la sala hacían visibles las tinieblas del espíritu. Los seres imaginarios cobraron existencia y movimiento. Los muertos volvieron aparentemente a la vida. Las sesiones masónicas de Schröpfer o Cagliostro, los espectáculos de Philidor o Robertson, de Rueda o Mantilla en España, surgen al tiempo que la novela gótica, con la que comparten el gusto por lo tétrico, lo maravilloso y lo fantasmagórico. Desde hacía siglos, los cerebros habían sido adiestrados para ver seres que no son visibles: dioses, demonios, monstruos o fantasmas. Todos estos seres improbables tenían en el otro mundo su domicilio fijo. Al igual que los antepasados. Pero con la desaparición de la creencia en otra vida, fueron desalojados del Más Allá y tuvieron que ser reabsorbidos por la mente. En cierto modo, los pensamientos se saturaron de espectros que se materializaban a través del sueño, las pesadillas, la alucinación, el delirio o la locura. También a través de la óptica. La fantasmagoría fue la respuesta tecnológica y artística de una época para hacer visible esa poderosa carga espectral recluida en el cerebro.