En septiembre de 1970 en la Casa Blanca una reunión entre el presidente de Estados Unidos Richard Nixon y el jefe de la CIA sellaron el destino de Chile: había que evitar a cualquier costo que el socialista Salvador Allende llegara a la presidencia del país.
Para ellos, decidieron crear una fuerza especial y enviaron a dos agentes que hablaban español, tenían una nutrida experiencia en espionaje y habían participado en varias operaciones de ese tipo. Henry Hecksher y David Atlee Phillips.
El primero era el jefe de la CIA en Santiago en ese momento y el segundo era un agente que había sido reclutado como tal en 1950, cuando vivía en la capital chilena. Ambos fueron protagonistas de múltiples acontecimientos de la Guerra Fría: el golpe de Estado de Guatemala, la invasión de Bahía de Cochinos y los intentos por matar a Fidel Castro, la muerte de John F. Kennedy y el viaje de Lee Harvey Oswald a México, así como un intento de asesinar a Allende. Incluso un fallido golpe de Estado que la CIA intentó dar en Chile en 1970.
Partieron como amigos y terminaron enfrentándose. Porque uno de ellos se opuso a la idea de derrocar a Allende, lo que destruyó su carrera y hasta hoy su nombre no puede pronunciarse en los pasillos de la CIA.