Fotografías fijas comienza con la imagen de una niña taciturna que en 1939, a los cinco años, deja atrás Praga en tren, con los rascacielos de Nueva York en el horizonte. A pesar de su escepticismo hacia las autobiografías al uso, en este libro Janet Malcolm dirigió su atenta mirada hacia su propia vida a través de las fotografías y de las memorias que estas le evocaban. Sus primeros amores caprichosos, su fascinación por lo que podía significar ser una «chica mala» y las veladas en la vieja Metropolitan Opera House son algunas de las piezas que componen este retrato íntimo de una infancia neoyorquina que nunca perdió de vista el influjo de Europa. El libro profundiza también en su matrimonio con Gardner Botsford, en el círculo de The New Yorker y en el juicio por difamación que la llevó al banquillo y a convertirse en personaje de su propio drama.
Más allá del mero relato de una vida, este libro es un encuentro con la identidad, un viaje conmovedor y original, un fructífero diálogo entre fotografía y memoria. Malcolm va más allá del contenido de la imagen y del autorreconocimiento. Con el humor brillante que la caracterizaba y una sabiduría que solo se alcanza tras una larga e imponente trayectoria vital, reconstruye minuciosamente los recuerdos capturados por el objetivo y teje unas emocionantes memorias a partir las preguntas que estos le suscitan.