Pero no es posible, porque mi miedo es otro, no es pulcro ni menos redimible, es otro, otro, es como si la policía hubiera atravesado todas las fachadas y sus escudos transparentes se me hubieran metido adentro de la boca. Como si las fuerzas especiales de la policía corrieran directo hacia mí y me lanzaran de manera sincrónica mil bombas de gas lacrimógeno que me cegaran. Un mundo sitiado y en estado de alerta; un pequeño universo de bloques habitacionales cercado por la violencia, el hostigamiento policial y el miedo. Un miedo que se imprime en cada página de esta novela y que condiciona cada acto, cada palabra de su protagonista: Cuánto tiempo me queda. Cuánto miedo tengo hoy. Dónde se aloja. Cómo consigue contaminar mi respiración. Respiro aire y miedo.