Los Alderman, un matrimonio de clase media con dos hijos, Arthur y Robbie, residen en una pequeña ciudad de Indiana, donde llevan una vida confortable y monótona.
Arthur, un joven estudiante de diecisiete años, ha dejado embarazada a su novia Maggie, que cuenta con unos padres comprensivos y decide abortar sin más alharacas. Sin embargo, el padre de Arthur, a raíz de la curación de su hijo menor Robbie, que estima milagrosa, se ha convertido a la secta religiosa de los cristianos renacidos y se opone rotundamente al aborto, con lo que se crea una situación insostenible.
La atmósfera de creciente fanatismo religioso, la lenta invasión del hogar de los Alderman por una gente que llama a la puerta ofreciendo sus folletos para una vida mejor, los esfuerzos del padre para llevar a su familia por la senda del «bien», el triunfo de la hipocresía, la conversión del enigmático e introvertido Robbie: todos esos elementos segregan un clima ominoso y siniestro, donde se espera que algo horrible acabe por suceder.
Nadie mejor que Patricia Highsmith sabría evocar el lento deslizamiento de un vago malestar hacia la tragedia y denunciar con tanta acidez la demencia de quienes utilizan a Dios para manipular a los hombres.