Con la transición de Cuba al socialismo en los años sesenta, la Guerra Fría consolidó su presencia en América Latina y el Caribe, determinando buena parte de la política interna y externa de los estados y sociedades de la región. Luego de derrocar la dictadura de Fulgencio Batista, en 1959 el gobierno revolucionario se propuso transformar el orden social, económico y político de Cuba. La isla experimentó una independencia radical de Estados Unidos y adoptó un modelo basado en la hegemonía del Estado sobre la economía, la sociedad y la cultura, y un régimen político de partido comunista único e ideología marxista-leninista. La gran empresa igualitaria del socialismo cubano, por medio de la universalización de derechos sociales básicos, tuvo como trasfondo el subsidio soviético y la restricción de derechos civiles y políticos. En sus primeros años la Revolución produjo una incorporación masiva de la sociedad a las tareas del Estado: agricultura, educación, defensa… La institucionalización del nuevo régimen fue lenta y prolongada, ya que la Constitución socialista no fue promulgada hasta 1976, cuando la alianza con la URSS era más sólida. Una red de “organizaciones de masas”, subordinada al partido comunista y al Estado, articuló una nueva sociedad civil, con valores y prácticas distintos a los del antiguo régimen republicano. Ese cambio social no estuvo exento de resistencias culturales y políticas que acentuaron el carácter conflictivo y dramático del proceso.
Historia mínima de la Revolución cubana
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La Revolución cubana fue un acontecimiento decisivo de la historia latinoamericana en la segunda mitad del siglo XX. Su impacto rebasa el hemisferio occidental y se constata en el impulso a los procesos de descolonización de Asia, África y el Medio Oriente y en la incorporación de la isla al bloque soviético de Europa del Este.
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