Esther Greenwood —alter ego de la propia Sylvia Plath— tiene todo lo que una joven puede desear en el Nueva York de los años cincuenta: ha ganado una beca para trabajar un mes en la ciudad y es la primera vez que sale del pequeño pueblo donde nació. Cuando su estancia termina, se abren ante ella una infinidad de caminos, pero es incapaz de elegir. Esther cae en una profunda depresión que la encierra en sí misma, como si estuviera atrapada en una campana de cristal: respirando continuamente un mismo aire viciado y sin posibilidad de escapar.
Este clásico del siglo XX se ha convertido en un icono feminista y en todo un referente cultural, y las palabras de Plath conservan todavía todo su poder de sugestión.