Es ya un lugar común hablar de la cuarta revolución industrial como el paradigma de las grandes transformaciones. Un cambio protagonizado fundamentalmente por su componente tecnológico: la nanotecnología, los drones, la impresión 3D, la realidad virtual y aumentada, y la inteligencia artificial. Una revolución que está provocando alteraciones profundas que percibimos en nuestro día a día: la economía evoluciona y cambian las demandas de habilidades, como también cambia la propia naturaleza del empleo y las profesiones.
Pero esta revolución no es más que la antesala de una transformación cuyo alcance será mucho mayor: la quinta revolución industrial, que se caracterizará, sobre todo, por la expansión de la inteligencia automatizada, provocará perturbaciones en los modelos sociales mucho mayores de las que ahora podemos predecir y cambiará por completo el modo en el que las empresas se relacionan con los consumidores.