En el Medioevo europeo se pensaba que la locura se originaba por una piedra que había en el cerebro. El tratamiento, por supuesto, consistía en abril el cráneo y sacarla. Es difícil que hayan encontrado muchas piedras —seguro se contentaban con algunos pedazos de cráneo—, pero si se verdad esa fuese la causa de la locura, este libro sería un muestrario de esas piedras, una exhibición de nuestros fantasmas y nuestros tormentos, una mirada hacia aquello sobre lo que es mejor no hablar, sobre lo que es mejor mandar a otro lugar cuanto antes, pero que, al mismo tiempo, nos interpela todo el tiempo.
Los cuentos que integran esta antología parecen responder a una misma pregunta: cómo expresar aquello que se escapa de nuestro marco de realidad. Las diversas respuestas, lejos de tranquilizarnos, debieran incomodarnos. Después de todo, la condena de los tripulantes de esta nave parece ser la misma: no hay forma de anular los monstruos que habitan bajo lo que se nos ha inculcado como normalidad.