La llamada “cruzada albigense” degeneró en correría de matanzas, saqueos y destrucciones. Los cruzados tomaron Carcasona, Narbona y otras ciudades con escasa resistencia, dejando como trofeos cadáveres de caballeros enemigos colgados de los árboles.
La narración de «Los albigenses» comienza un día de otoño de 1216: los supervivientes de las matanzas de Béziers y Carcasona que habían huido a los montes emprenden un éxodo en busca de amparo hacia las tierras del rey de Aragón. Pero su camino pasa junto al castillo de Courtenaye que les impide el paso. El señor de Courtenaye, asustado, envía emisarios al conde De Montfort y al obispo de Toulouse, un consumado villano gótico, pidiéndoles ayuda. El castillo de Courtenaye, como el de Otranto o el de Udolfo, y como todos los castillos de la ficción gótica, se convertirá en un hervidero de intrigas y horrores…