“Lo mejor es dejar que los cuentos pataleen solos ante el lector, se defiendan solos y a veces mueran solos”, dice Jaime Collyer en el breve prólogo a este volumen inicial de sus Cuentos Completos, con la convicción probable de quien ha demostrado una maestría indiscutible en el género del relato breve. Un virtuosismo que ha terminado por situarlo entre los nombres más relevantes dentro de la actual narrativa de habla hispana. La frase sugiere la que tal vez sea su propia experiencia íntima del cuento, como un organismo siempre vivo, que late con fuerza propia y a la par de sus empeños. No en vano, alguna de sus narraciones más breves lleva el título curioso de Cuento sumido en la tristeza y nos refiere la sorpresa de un autor innominado que una noche oye a uno de sus cuentos sollozando discretamente en su estudio.
Asentado en el flanco inhabitual de la existencia, eso que la crítica ha denominado «la otra orilla», Jaime Collyer parece capaz de capturar al vuelo esa y otras cosas al margen de lo usual y luego inyectar esas emociones imprevistas en sus relatos entrañables, tan hondos como desconcertantes, tan conmovedores como inteligentes. Bienvenido sea este primer y esperado volumen de sus Cuentos completos.