El arte de estas imágenes, como octavillas de protesta y décimas de la esperanza, son una forma de veridicción de la época; la memoria visual de una era despótica donde quien lleva la cámara como un mandato ético siente que está llamado a pararse frente al tirano y decir la verdad de lo que pasa. Hablamos de una generación que asumió la fotografía como un desafío estético comprometido con la denuncia y la conciencia. Es la osadía de «aquellos que se proponen decir la verdad a un precio no determinado, que puede llegar hasta su propia muerte». Las y los fotógrafos ochentistas hacen en primer lugar un pacto con ellos mismos: toman la decisión de revelar lo prohibido por la dictadura y no ocultarse en el anonimato. La fotografía tiene un autor. Vincula su nombre a un acto de libertad absoluta.
Ochenta
$28.000
Este libro de Héctor López es la fotografía de un tiempo donde el arte de las y los fotógrafos se hizo parte de la soberanía del pueblo, de una soberanía negada, perseguida, castigada, ninguneada por el régimen dictatorial y que, de algún modo, es rescatada y dignificada por el instrumento con los mejores resplandores, que en una metáfora icónica se levanta como una bandera invertida frente al orden dominante.
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