Nueva versión de Thomas El oscuro, nueva porque, aunque hubo una primera, Blanchot no la llama segunda, ya que es esencialmente otra novela como le escribiera a Bataille en una carta –de hecho la primera versión no se volverá a reeditar nunca, y si conserva el título y la anécdota central es porque Blanchot, siguiendo un proceso de depuración que, tal vez, inaugura con esta novela, ha prescindido de todos los elementos superfluos que no le añadían nada–.
Es, además, una novela clave dentro de toda la obra de ficción de Blanchot. Pero no solamente porque cierre o abra un ciclo como se ha dicho con razón; sino porque viene a confirmar un principio narrativo que Blanchot sólo abandonará ya por el silencio, y que es también, en cierto modo, su clausura. Principio narrativo que podría ilustrarse quizás con la frase: “Todo pasa como si cuanto más se alejaba de sí mismo, más presente estaba. El relato de ficción pone, en el interior de aquel que escribe, una distancia, un intervalo, sin los cuales no podría expresarse”, con la que Blanchot trata de explicar esa cualidad extrema de los relatos de Kafka, cualidad que, a nuestro juicio, comparte.