En enero del año 2011, la periodista argentina Leila Guerriero viajó hasta un pueblo de seis mil habitantes, en el interior de su país, con la intención de contar la historia de una competencia de baile folklórico tan secreta como prestigiosa que se lleva a cabo allí desde 1966: el Festival Nacional de Malambo de Laborde. El malambo, un baile tradicional entre los gauchos argentinos, consiste en un zapateo sostenido que, para su ejecución en competencia, requiere gran habilidad técnica y una preparación atlética descomunal: durante los cinco minutos que dura una presentación, el bailarín alcanza una velocidad que demanda una exigencia parecida a la de un corredor de cien metros llanos. El festival termina cada año con la coronación de un hombre que tiene, en el mundo del folklore, el aura de un héroe olímpico y a quien se otorga el título de campeón. Para resguardar el prestigio del certamen, los campeones han hecho un pacto: una vez que ganan, ya no pueden volver a presentarse en otra competencia. Así, el malambo con el que se coronan es, también, el último de sus vidas. Guerriero llegó hasta Laborde con una idea simple: entender por qué esos hombres, hijos de familias humildes, invierten tiempo y dinero entrenándose durante años para obtener un título que resulta, al mismo tiempo, la cúspide y el fin. Pero la segunda noche de la competencia vio, sobre el escenario, a un bailarín que la dejó paralizada, y en ese preciso momento decidió que la historia ya no sería solo la historia del festival sino también la de ese hombre: Rodolfo González Alcántara.
Una historia sencilla
$19.000
«Una narradora formidable que no necesita de la ficción para construir historias verdaderas que parecen de mentira… Un libro complejo: cómo un gaucho que baila malambo es comparado al gladiador o al atleta de elite. Cómo con poco la escritora cuenta tanto» (El Periódico – Dominical).
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