Cuando desde el feminismo decimos ¡VIVAS, LIBRES Y DESENDEUDADAS NOS QUEREMOS!, estamos proponiendo una lectura feminista de la deuda, y estamos impulsando un movimiento de politización y colectivización del problema financiero que tiene tres vectores de radicalidad: le pone cuerpo y narración concreta a la abstracción financiera (sacar del closet a la deuda); señala la relación existente entre la deuda y las violencias contra los cuerpos feminizados (ya que vincula el endeudamiento de las economías domésticas -sostenidas en su mayoría por mujeres, lesbianas, travestis y trans- con la falta de autonomía); y denuncia que hoy las finanzas se lanzan a explotar no solo el mercado formal y asalariado, sino también el mercado informal y los trabajos doméstico, reproductivo y comunitario.