Bastan las primeras páginas de Varamo para entender de qué se trata este caso en particular: en 1923 un funcionario oscuro y casi kafkiano, Varamo, escribe en diez o doce horas un poema; el hecho es una prodigiosa “burbuja en su biografía” porque nunca antes había escrito ni se le había ocurrido un solo verso y esto tampoco ocurrirá después; el hecho es trascendente porque el poema en cuestión es la obra maestra de la poesía moderna centroamericana: El Canto del Niño Virgen.
En un gesto muy digno de Aira, Varamo no corrige ni retoca su poema, que se publica en forma de libro días después. Como celebrando, leemos, “el mito de lo súbito”, uno de los mitos del propio Aira. La historia es esta, a grandes rasgos. Claro que los detalles son importantes. Y lo que sigue es el “despliegue”: el estudio de los hechos ocurridos desde el momento en que Varamo cobró su menudo sueldo, embolsó los billetes y notó que estos eran falsos hasta el momento en que puso punto final a su célebre poema. En otras palabras: “¿qué relación puede haber entre un par de billetes falsos y una obra maestra literaria?”.