“Muchos de los cuentos de Alphonse Allais hacen reír no tanto por sus situaciones como por sus digresiones, los comentarios que desgrana y algunas máximas dignas de Groucho Marx: «No dejes para mañana lo que puedes hacer pasado mañana», «El hombre está lleno de imperfecciones, cosa que no resulta sorprendente si se piensa en qué época lo hicieron», «El café es la bebida que hace dormir cuando no se la bebe» o «La mujer es la obra maestra de Dios, sobre todo cuando tiene el diablo en el cuerpo». Hoy, en el «Pequeño museo de Alphonse», ubicado en la plaza Hamelin de Honfleur, se pueden encontrar algunos de sus inventos, como el «clysomppe» para volver impura el agua potable o las bolas de algodón negro para las personas que están de duelo. El 28 de octubre de 1905, víctima de una embolia pulmonar, Allais desoyó los consejos médicos y murió súbitamente, tras haberle dicho a un amigo a la salida de un café: «Así como me ves, mañana estaré muerto». Cuentan sus admiradores, no sin sarcasmo, que en abril de 1944 una bomba inglesa cayó en su tumba, en el cementerio de Saint Ouen, en París, y la convirtió en una nube multicolor. No está mal para quien decía: «No nos tomemos muy en serio, no habrá ningún sobreviviente»”. Eduardo Berti.
Vivir de risa
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Poeta, cuentista y periodista, Alphonse Allais nació el 20 de octubre de 1854 en Honfleur, al norte de Francia, y, según su hermana Jeanne, no dijo una sola palabra hasta cumplir los tres años de edad: «La gente se preguntaba si no era mudo». Pero lejos de tener dificultades con las palabras, se estima que —sumando cuentos, crónicas y viñetas— Allais dio a conocer unos mil quinientos textos entre 1875 y 1905.
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