Para Yunis y Gaben, la vida en la finca familiar donde se han criado es de lo más sencilla. Allí ayudan con las tareas de la granja, inventan juegos y conocen hasta el último rincón del bosque. En Amal todo es predecible y seguro, nada malo puede suceder.
O eso creían hasta el día en que rompen la norma inquebrantable de su tío: no traspasar los muros que rodean la finca sin supervisión. A partir de entonces todo cambia: Yunis sabe que los adultos sólo les cuentan una parte de la verdad, y está decidida a encontrar las respuestas por su cuenta.