Sus cuentos se caracterizan por estar hábilmente tramados, por su inventiva inagotable,
por sus personajes inolvidables y por un tratamiento del lenguaje que
retrata a la perfección la vida en Norteamérica. Genio y figura, el
propio Twain los defendía así: “Me gusta una buena historia bien
contada. Por esa razón, a veces me veo obligado a contarlas yo mismo”.