Viajar dentro de los cuentos había sido lo único en lo que Conner pensaba desde que había tenido la idea. Por supuesto que las circunstancias que justificaban el viaje eran terribles, pero él de todos modos sentía que era el autor más afortunado del mundo. ¿Quién más tenía la oportunidad de visitar los mundos y conocer a las personas que existían solo en su imaginación?