Descendiente de un linaje de matronas, Dýja es lo que en Islandia llaman “madre de la luz”. Sus padres dirigen una funeraria, su hermana es meteoróloga: nacer, morir y, entremedias, superar unas cuantas tormentas. En plena amenaza de huracán, Dýja ayuda a traer al mundo a su bebé número 1922, y trata de arreglar el apartamento heredado de su tía abuela, plagado de muebles anticuados, bombillas que parpadean y una caja llena de manuscritos: la tía Fífa continuó la labor de entrelazar los relatos de las antiguas comadronas, que recorrían los páramos del país sorteando la ventisca, con sus propias reflexiones excéntricas sobre el planeta, la vida y la luz. Mientras, en la buhardilla, un turista australiano ha venido a las antípodas a hacer balance de su vida.