La poesía de Isabel Larraín es diáfana, atravesada por la luz de una sabiduría que no aspira al estrado, más bien los breves poemas son invitaciones a encuentros íntimos, reservados. Es también una palabra sólida, paradoja lírica, en tanto comprimida experiencia verbal que despliega su potencia más allá de la escueta presencia de los versos. Del prólogo de Rosabetty Muñoz
El valor del silencio
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Así como el silencio, la memoria es protagónica desde la amorosa dedicatoria a los suyos que no están ya entre los vivos. Comienza así un deslizar sinuoso de versos siempre consciente de la muerte como hito rotundo mientras hasta los mínimos gestos que otrora fueron lustrosos, se olvidan, se van amontonando, acumulando tras el muro de los días. ROSABETTY MUÑOZ
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