La voz que narra El obsceno pájaro de la noche fluye infatigable de los labios del Mudito, como en un viaje desde el ser hacia la nada, elaborando un mundo destinado -por la maldición intrínseca de la existencia- al deterioro, a la pérdida o confusión de cualquier identidad posible. Las viejas que pueblan la Casa de la Encarnación de la Chimba y los monstruos de la Rinconada ilustran cada matiz de la desesperación y cada uno de los ínfimos placeres cotidianos, anudando siempre al ciego instinto de la vida un inextinguible terror ante lo oscuro, lo innombrable, lo que ya no tiene forma.