Una hermosa mañana de abril de 1944, la madre de Adam lo dejó con sus vecinos. Ni ancianos, ni mujeres, ni niños quedaron exentos de la cacería… Adam logró escapar tres veces de la ruta trazada por la intolerancia y el odio. Sin embargo, la humanidad, despreciada y extraviada, no dejó de palpitar y resistir en la familia Béres, la que le dio refugio, lo acogió y le entregó amor a toda prueba. Una conmovedora historia que conserva toda la frescura de la mirada de un niño.